por Schmidt Torres
Nos encontramos hoy para conmemorar el Día del Periodista, una fecha que nos invita no sólo a celebrar, sino a reflexionar sobre el sentido profundo de esta profesión que, como supo decir Gabriel García Márquez, es “el mejor oficio del mundo”.
Quisiera comenzar evocando un pasaje del discurso que este maestro de la palabra dio en 1996 ante la Sociedad Interamericana de Prensa. Allí expresó, con firmeza y nostalgia: “El periodismo escrito es un género literario”. Esta frase no es menor. Nos recuerda que el periodismo no es sólo transmisión de datos, sino arte de narrar la realidad con rigor, belleza y compromiso.
Vivimos tiempos de vértigo informativo. Tiempos donde, como advirtió Márquez, “la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor”. Y sin embargo, asistimos a una cultura mediática que premia la primicia antes que la verdad, la inmediatez antes que la profundidad. Frente a eso, los y las periodistas tenemos la responsabilidad de resistir esa lógica, de recuperar la pausa necesaria para investigar, pensar, escribir con precisión.
García Márquez también nos alertaba sobre la deshumanización creciente en las redacciones. Decía que “las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios”, cuando antes eran espacios de encuentro, aprendizaje y comunidad. Esa nostalgia por las tertulias espontáneas de las cinco de la tarde no es solo romanticismo: es un llamado a recuperar el periodismo como oficio colectivo, hecho de voces que se cruzan, que se enseñan, que se escuchan.
Hoy, más que nunca, urge volver a lo básico, al respeto por el lenguaje, a la comprensión de los textos, a la ética como brújula. “La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”. Y no hay frase más potente para entender que el oficio no puede desligarse de la honestidad, de la conciencia social, y de la responsabilidad.
No teman equivocarse, pero tampoco se conformen con la mediocridad. No se trata de dominar programas de edición o saber titular con impacto. Se trata de tener curiosidad por el mundo, sensibilidad por el otro, y una ética tan firme como la pasión que los trajo a estudiar este camino.
Porque como dijo el propio Gabo: “El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”. Y esa realidad nos necesita, hoy más que nunca comprometidos, reflexivos, sensibles, éticos.
Sigamos aprendiendo, escribiendo y escuchando. Sigamos defendiendo este oficio.
¡Feliz día del periodista!