La reconocida historia de Natty Petrosino, quien dedicó su vida a ayudar a la sociedad, es narrada por su mayor admirador, su hijo Juan Francisco, quien entre emociones, revivió momentos y recuerdos, describiendo a su madre tal como era y cómo llegó a su vida.

Foto de Juan en Formosa

Años atrás, una señora embarazada llegó al Hogar del Peregrino, cuando Natty Petrosino, su fundadora, estaba en primera línea, ayudando a los más necesitados. La señora dio a luz y regresó a Bariloche sin el bebé. Así ingresó Juan Ignacio Petrosino a la vida de Natty.

 “Le dijo –aquella señora– a mi mamá –por Natty- que me cuidara por un tiempo, y ahí mi mamá se dio cuenta de que no iba a volver”, comentó.

Juan hizo la primaria y la secundaria, y a partir de los 18 o 19 años comenzó a ir mucho más seguido a Formosa, donde Natty llevaba a cabo una de sus misiones solidarias, de tantas que afrontó en su historia. 

Se quedó trabajando en las construcciones hasta los 25 y en todos los proyectos que se iban realizando, siempre acompañando a su madre en su tarea.

Regresó a Buenos Aires un año antes de la pandemia pero entonces su mamá lo llamó para que le diera una mano. Si bien ella manejaba sola muchas cuestiones “en la pandemia se profundizó mucho todo, entonces ahí es donde realmente empezamos, es decir, ella empezó a correrse a un costado”, dijo.

Sin dejar de acompañar a su madre y de ayudarla, Juan formó su propia familia. Tiene dos hijos, un niño y una niña. Naty también le dejó una familia extensa: tiene un hermano en Buenos Aires, otro acá en Bahía, un pequeño que Naty adoptó y que tiene discapacidad, y vive con su hermano en Bahía. Además, está Solara, que se encuentra en Haití, ya que los inicios de su madre comenzaron allí y “sabía que ahí ella iba a estar acompañada, y era un buen lugar para que llevara su vida”, contó Juan. 

– ¿Siempre estuviste involucrado, o sea, desde el día uno que tenés esa conciencia, fuiste creciendo mientras la acompañabas a ella?

– Siempre acompañándola, exacto. En ese sentido, nos íbamos manejando conjuntamente, a veces yo fuera de Bahía o a veces estando acá, o sea, dependiendo la circunstancia del momento y cómo venía todo, pero siempre juntos. Yo estaba muy conectado con mi mamá, entendía bien cómo venía el tema para darse.

El siempre trató de acompañarla y de estar donde ella lo necesitara. Una vida juntos, llena de experiencias y recuerdos.

“No todos los recuerdos me ponen contento”, exclamó Juan. 

En momentos compartidos Natty hacía cosas que estaban fuera de lo común para su hijo, como ayudar a una niña a dar a luz en medio del monte porque no llegaban al hospital.

“Llevamos a una nena de 11 años en la camioneta para que tenga a su bebé y a mitad de camino la nena tenía que tener al bebé. Mama me dice ‘Pará la camioneta que vamos a tenerlo’; y le digo, ‘Eso es para un hospital, no para el medio del monte’. Yo no la quería ayudar, eso me chocó, por los gritos. Hasta la remera que tenía puesta me pidió. El nene salió fantástico. Son cosas del momento”, recordó.

Los recuerdos de más vivencias poco usuales sigue llegando a su mente.

“Una vez venía una tormenta en Entre Ríos y mamá me dice ‘Vamos a un pueblito’ porque no se veía nada en la ruta. Perdimos el carro en un pozo, podríamos haber matado a alguien, estaba todo el pueblo inundado. Si parábamos la camioneta se inundaba. Terminamos en la ruta tomando un café con medialunas”, contó.

“Es la vida misma, como se va dando, me costaba mucho”, comentó en relación a sus experiencias y recalcó que “la fe que ella tenía era muy grande, en el sentido de ‘despreocúpate’”. 

Dios y la religión eran muy importantes para ellos, siempre le agradecían todo.

Retomando el encuentro entre Juan y Natty que fue en el Hogar del Peregrino, en aquel momento se recibía a muchas personas por día, el amor de la gente lo movía, pero cuando pasó a la mano de la curia y dejaron de recibir gente, de hacer ollas, la gente dejó de ir.

“No se cumple más el objetivo con el cual mama lo creó”, dijo Juan.

El Hogar fue inaugurado en un momento en que los militares y los Montoneros estaban enfrentados. Natty dejaba una puerta abierta para que entren los que necesiten, podrían haber entrado a sacarlos, pero no lo hicieron por el respeto que le tenían.

“Le tenían muchísimo respeto, porque ella lograba cosas que nadie hacía”, comentó.

Natty en el Hogar del Peregrino

Ella estaba más que bien en el hogar, tenía hasta tiempo de rezar, pero sintió ese llamado de Formosa. Fue difícil dejar todo y arrancar de cero después de todo lo que le había costado crear y mantener el Hogar.

 “Los primeros días que estuvo allá lloraba como una nena, había que arrancar de cero, idioma, curarlos, vestir a personas y amarlos, sobre todo”, contó su hijo.

Natty no solo creó el Hogar, viajó a muchos lugares a ayudar y dejó otra huella en Bahía, “Los del Camino” adelante con su tarea.

“Ella siempre entendió que Los del Camino era por gente que apareció en su camino, pero también es esa parte de entender que había muchos que buscaban un lado espiritual de mamá. Otros las acompañaban desde el lado del laburo, pero en general el grupo era algo espiritual, buscaban y entendían que mamá daba muchas clases en ese sentido, más allá de la dureza y todo”, dijo su hijo sobre el objetivo final de este grupo.

En la conversación Juan recalcó algo que siempre le dicen: “Tu mamá es milagrosa, tanto que eso descolocaba a las personas.”

En su historia ella ganó diversos premios, por su entrega solidaria, que su hijo aún conserva.

“Mamá los tenía guardados en una caja, no le llamaba la atención los premios, que te premien por dar de comer o ayudar en un parto, jamás estuvo consciente de todo lo que movía y generaba”, manifestó.

Uno de todos los reconocimientos que ella recibió

Comentó que Natty no tenía mucha disponibilidad de horarios para estar con los nietos, no se ponía límites. Cuando se enteró que el primer hijo de Juan Francisco estaba en camino enseguida se alistó para cuidarlo.

“Cuando nació ella me pidió cuidarlo los findes, compartir tiempo con su nieto el tiempo que no pudo compartir con los otros. Cambió para poder compartir más con ellos”, dijo.

Comenzó a hacer actividades fuera de su rutina con su nieto, Benicio Vicente Petrosino, como ir al Shopping. Tanto Juan como Benicio, presente en el momento de la entrevista, recordaron que se les hizo imposible, la gente emocionada les pedía fotos, situaciones que jamás hubiera vivido, excepto por sus nietos. 

“Cuando llego mi compañero acá –dijo Juan señalando a su hijo Benicio- la desconectó de todo”.

Natty con su nieto Benicio

Benicio Petrosino, tiene 10 años, pero el amor por su abuela no tiene tiempo ni distancia.

“Tengo muchos recuerdos con mi abuela, íbamos al arroyo a tomar mate de leche… el tiempo que tenía siempre libre iba con ella, me tomaba el tiempo de estar con ella, de jugar, siempre fue una diversión estar junto a ella”, narró.

“A veces no entendía por qué rezaba tanto, no entendía que hacía, pero fue muy lindo tenerla, porque no es que nada más la pude disfrutar, también me enseñó cosas que son inexplicables. La relación que tuve con mi abuela fue tenerla, me hizo muy feliz estar con ella”, dijo.

–¿Qué opinas de su historia? ¿Te gustaría seguir ese camino?

–A mí la historia de la abuela me parece muy normal, conociéndola a ella era normal

Benicio destacó que ella le enseñó a no planear a futuro, a vivir el día a día, que si a él en un tiempo le llega el llamado lo hará y sino seguirá con su vida.

Cerró su dialogo así: “Mi abuela me hacía feliz, era mi hora libre.”

Mujer que dejó una huella en el corazón de miles de personas.

Pisando la línea del tiempo, volvemos al presente, a la actualidad de todo el trabajo realizado por Natty, y seguido por su hijo y la gente que la quería.

En Bahía a Juan le cuesta mucho hacer cosas, el apoyo es más para cuando realiza las colectas para Formosa, aunque haya las mismas necesidades. La gente entiende que Formosa lo necesita, y que él junta para llevar allá. 

Camiones repleto de mercadería por la gestión de Juan.

“Si es para Formosa me dan 100kg y si es para acá me dan 10kg.”

Él apoya donde vayan surgiendo las cosas, donde lo necesitan está.

“Entendí que acá en Bahía ya hay diversas ayudas y por eso se da de esta forma”

Este año hubiera querido llevar dos camiones, pero se pudo llevar solo uno solo, en marzo, por cómo está el país y como está la ciudad también, por las consecuencias del temporal y los costos del transporte.

“Se complicó mucho, pero tenemos la idea de ir en diciembre a Formosa.” 

“Me afectó mucho ver a gente que siempre ayudaba tener que pedir porque no llegaba a pagar y a comer, gente que siempre ayudaba ahora no tenía”, dijo.

Los últimos minutos a su lado

Juan y Natty eran de dialogar sobre su historia, sus anécdotas y vivencias. Ella sabía que le iba a llegar la despedida y jamás le tuvo miedo a la muerte. Había dedicado una vida al prójimo y estaba segura de partir llena de amor y en paz.

“Antes de irse sabía que le tocaba. Yo me bañé, me preparé y fui a estar con ella”, recordó.

Natty llegó al hospital en un estado grave, sabiendo que llegaba la hora de descansar.

“Los médicos decían que es difícil perder a un paciente, pero más a alguien que dejó su vida por los demás”. 

Era una partida difícil, Juan perdía a su madre, pero también a su compañera de tantas batallas y aventuras.

En el hospital la gente se acercaba de a grupos a despedirse por eso su hijo estaba tranquilo, 

“Me quedé muy contento y feliz que pudo partir con una paz muy grande, y que fue muy mimada en sus últimos días de una manera muy profunda”, dijo.

“La última charla que tuvimos me preguntó si yo le creía sobre su historia y le dije que sí, que las evidencias que están son las que dejas.”

– ¿Juan hay algún consejo o lección que ella te haya dejado?

– No, por ahí que la muerte no es una mala palabra. Ella decía que cuando te toca la muerte ganaste porque no sabés que hay después, actualmente la gente le tiene mucho miedo a hablar de eso, pero yo trato de que no le teman.

-Una imagen. Cerrás los ojos y recordás algo de ella, ¿Qué es?

– La del sábado a la noche, la última despedida, porque tenía una cara transformada, descansada, no exigida, se le notaban los ojos azules radiantes, no tenía ojeras, brillaba esa noche. El sábado a la noche fue algo muy especial, aparte de ser el hijo, era mi compañera de trabajo, de vida, cuando, me dijo ‘Hasta acá llegué’, fue cuando caí y entendí.

Con mis hermanos no hicimos una fiesta porque hubiera sido grosero pero entendimos que era lo que ella quería y necesitaba, era la hora.

Tu mamá para vos fue…“Un ser extraordinario, nada me sorprendía de ella, fue una vida a su lado.”