En el corazón de nuestra ciudad, en Saavedra al 219, se encuentra una florería que no solo se adorna con flores sino que también cuenta una inspiradora historia de lucha y superación. La de su dueña, Miriam Torres, quien decidió cambiar su destino tras un divoricio y se desafió para brindar un futuro mejor a sus cinco hijos.
Esta es la experiencia de una florista que, a través de los años, ha demostrado que con perseverancia y esfuerzo, se puede florecer incluso en los momentos más difíciles.
«Me costó mucho conseguir trabajo porque nadie me quería dar trabajo por tener cinco chicos», recuerda.
Fue entonces cuando una amiga le sugirió anotarse en los puestos de flores del cementerio local. «Me fui a anotar ahí, empecé y me tomaron», comenta sobre sus primeros pasos en el mundo de las flores.
No fue fácil. Al principio, trabajaba los fines de semana en el cementerio, pero eso no era suficiente.
«Después también limpiaba la oficina, cocinaba en el bowling, salí de un trabajo y me metí a otro, salí de uno y me metí a otro», relata. La tenacidad y el esfuerzo fueron constantes hasta que, tras ocho años en el cementerio, decidió dar el salto y vender flores en Donado y Saavedra.
Durante ocho años más, su puesto en la calle se convirtió en un referente. Sin embargo, su sueño siempre fue tener su propia florería, un lugar donde pudiera ofrecer más que solo flores: plantas, regalos y otros artículos que en la calle no podía vender.
Hoy, lleva unos 20 años en el negocio de las flores, contando desde sus días en el cementerio. Desde 2013, alquila un local, consolidando así su sueño. Pero el camino no ha estado exento de desafíos. «Mi mayor desafío es llegar a juntar la plata para los camiones», explica. La inestabilidad de las ventas es otro obstáculo constante. «Esto es el día a día, y vos nunca sabes… mi mayor desafío es poder llegar a cubrir los camiones.»
A lo largo de los años, ha recibido pedidos especiales que van desde arreglos para bodas hasta ramos para funerales. Las fechas de mayor venta son el Día de los Enamorados, el Día de la Mujer, el Día de la Madre y la primavera. «Toda la flores se venden, esto va de acuerdo al bolsillo del que las compra y el gusto», dice, mencionando que las margaritas y las rosas nacionales son las más populares.
La pandemia de COVID-19 trajo consigo nuevos retos. «Tuve que cerrar y me puse a hacer milanesas y a cuidar gente de noche», comenta sobre cómo tuvo que adaptarse para sobrevivir económicamente. Como el padre de sus hijos no se hacía cargo de la cuota alimentaria obligatoria ni aportaba dinero para la manutención de sus hijos, tuvo que buscar trabajos alternativos para mantener a su familia.
Su florería llamada “Floreria Avril” no solo embellece la esquina de Donado y Saavedra, sino que también simboliza el fruto de años de esfuerzo, dedicación y amor por su familia y su trabajo.