Un día, una simple fecha que quedó recordada por varias personas, para bien o para mal, para tristeza o felicidad, algunos la guardan con dolor y rencor y otros con emoción y satisfacción. Un tal 13 de julio del 2014 se jugó el uno de los partidos más importantes del fútbol, la final del mundial.
Fue el Maracaná el teatro de los sueños en donde alemanes y argentinos definirían la gloria y la derrota. Río de Janeiro bailaba y cantaba al compás de las hinchadas porque sabía que se venía una verdadera fiesta.
Estos mismos países sabían bien lo que era enfrentarse en citas mundialistas, y más aún en finales. México 1986, época dorada, donde una persona hizo magia con sus pies, un morocho, un tal Diego Armando Maradona, el resto es historia. Estos equipos se volvieron a ver las caras 4 años más tarde en Italia, pero con resultado a favor de los germanos, gracias a un dudoso penal que marcó Andreas Brehme.
Y así fue, 24 años después, en un estadio donde entraron cerca de 75000 espectadores, comenzó un nuevo cruce entre Argentina y Alemania. Un seleccionado albiceleste que contaba con otro zurdito que nos daba la esperanza de volver a estar en lo más alto y gritar campeón por tercera vez.
Era imposible no tenerse fe, ya que era un equipo que dejaba todo en la cancha y desde el primer partido se empezó a demostrarlo, con las grandes atajadas de «Chiquito» Romero, la entrega de Zabaleta, Garay y Rojo, la fortaleza y el liderazgo de Mascherano, las gambetas de «Fideo» Di María, la inteligencia de Biglia y la habilidad de Lionel Messi. Llegamos hasta acá no solo gracias a ellos, sino también a un gran director técnico como lo fue Alejandro Sabella.
Fue frustrante ver como ese equipo nacional en el que todos tuvimos confianza no pudo traernos la copa a casa. Y peor volver a ver los goles que no pudieron ser, como el de Gonzalo Higuaín mano a mano con el arquero, el de Rodrigo Palacio, que era por abajo, el de «La Pulga», que pasó rozando el palo. También preguntarse, ¿Qué hubiese pasado si cobraban el penal de Neuer al “Pipita»?, ¿Por qué Sabella sacó al «Pocho» y metió al «Kun» cuando estaba jugando bien?
Y ahí fue, uno de los momentos más triste de mi vida, en el tiempo extra, faltando 8 minutos para que termine el partido, donde los alemanes se aprovecharon del cansancio de los jugadores argentinos y con una ligera corrida de Schürrle que no pudieron frenar ni Zabalete ni Mascherano habilitó a Mario Götze para convertir el único gol de la final y que le daría la Copa del Mundo a Alemania.
Autor: Alessandro Córdoba