La pelota vive sus horas más tristes. Llora y se quiere escapar, no quiere permanecer ligada a los episodios repudiables que se repiten a diario en los distintos puntos de nuestro país. Ya poco le interesa si alguien la trata como una taza de porcelana acariciándola suavemente o si la lleva a tocar la red viajando con efecto más de 25 metros y colándose donde duermen las arañas. Reacciona de manera indistinta a esos momentos que tanto sabía apreciar cuando un 10 habilidoso y atrevido posaba su suela por encima de ella y la llevaba a bailar por el verde césped, no le importa ni le va a importar si algún central cavernícola la revienta por los aires y la maltrata debido a sus limitaciones técnicas. Nada altera sus condiciones debido a que está al tanto de que las familias dejaron de ir a la cancha, mira las tribunas visitantes desoladas en busca de alguna respuesta, respuesta que encuentra cuando mira a la grada local y los inadaptados de siempre, que dicen amar al fútbol y a su club, destrozan sin piedad las instalaciones y manchan de sangre esos escalones que supieron colmarse en una época, ahora muy lejana.

Complemento de un sistema excluyente que reina en el mundo, el fútbol es tan sólo una arista más dentro de un abanico (casi) infinito plagado de maldad, demencia y personajes maquiavélicos. Decir que antes la violencia en este deporte no existía, sería ignorar por completo la historia de nuestra sociedad; Ahora bien, la llegada del narcotráfico, sumada a la facilidad que tienen hoy los barras bravas para conseguir un arma y la connivencia existente entre estos malvivientes y los dirigentes de los diferentes clubes, amplía de manera exorbitante este espectro que vivimos en este siglo XXI,  siglo que podríamos catalogar con el número 0, si es que anteriormente pusiéramos, como una especie de prefijo, la palabra tolerancia.

Eduardo Galeano solía decir que el fútbol es la única religión que no tiene ateos. Permítame disentir con un gran escritor y periodista, que admiro y extraño profundamente, pero es totalmente inadmisible que una persona ejerza violencia por sobre otra/s y arruine así a este maravilloso deporte. No existe explicación cabal, y es que, concluyo en que definitivamente son ateos de esta religión aquellos que fomentan y practican  la criminalidad dentro y fuera de una cancha de fútbol.

Si bien es cierto que la magnitud de estos sucesos en nuestra ciudad es muchísimo menor a los ocurridos en otros núcleos urbanos como Buenos Aires, Córdoba o Rosario, es vital concientizar a la gente de nuestra región por estos capítulos nefastos que embarran la rica historia del fútbol de nuestra localidad, para que no se reiteren en el presente ni en el futuro. Será primordial para las autoridades tomar medidas ejemplares para con los artífices de los hechos delictivos. Pero el tiempo es tiempo y es rey, dijo alguna vez José Larralde.

Le pido al lector que vuelva a pensar en la pelota, que retorne a su niñez, al primer balón de fútbol que cuidó más que a su propia vida, arriesgando su físico para tratar de ganar una pelota dividida frente a algún rival. Le ruego, por lo que más quiera, que piense en aquel esférico de gajos blancos y negros que pateaba con fervor, imaginando ser su máximo ídolo jugando la final de la Copa del Mundo. Cuántas locuras hemos hecho por ella, le pido que hagamos una más, le solicito que cada uno de nosotros vuelva a coser esos gajos destruidos del juguete más precioso que ha tenido un hombre en su vida.

Hoy se encuentra en terapia intensiva y pese a que va a seguir rodando, su esencia ya no es la misma, pero estamos a tiempo de remediar todos los daños que le hemos causado, para que pueda redimirse ante tanta tragedia vivida en este último tiempo. Nosotros, fieles amantes de la caprichosa, debemos ser quienes defendamos a capa y espada su supervivencia, para que ella sonría de nuevo al ver las populares y plateas sin que quepa un alfiler, para que vuelen millones de papelitos cuando el local salga a la cancha buscando un triunfo para regalarle a su gente, para que un padre lleve en andas a su pequeño hijo por primera vez al estadio a ver al club de sus amores, para que resurja de sus cenizas cual Ave Fénix y vuelva a deleitarnos danzando libremente por el verde césped radiante iluminado por el sol en una tarde de domingo.

Lucía López Solís- (grupo con Macarena López)