La historia de Textiles Pigüé no es solo la de una empresa recuperada, sino que es la de un grupo de trabajadores que decidieron que el trabajo no podía morir, que la dignidad no se negocia y que la comunidad puede ser el motor de una economía más humana. En el corazón del sudoeste bonaerense, esta fábrica que parecía estar condenada al silencio se convirtió en símbolo de resistencia, autogestión y esperanza. 

De la quiebra al renacer

En 2004, tras el cierre de la empresa Gatic, los trabajadores de la planta ubicada en Pigüé se encontraron sin empleo y sin respuestas. Pero en lugar de quedarse con los brazos cruzados, tomaron una valiente decisión: recuperar la fábrica y convertirla en una cooperativa. Así nació Textiles Pigüé, una organización que hoy emplea a más de 180 personas y que se ha consolidado como un ícono del cooperativismo argentino.

Los primeros años fueron difíciles. Sin un capital inicial, sin acceso a créditos y con la necesidad urgente de reorganizarse, los cooperativistas se apoyaron en universidades, organizaciones sociales y en su propia capacidad de gestión. En 2014 lograron escriturar el inmueble, lo que les permitió acceder a financiamiento, renovar maquinaria y proyectar una fábrica pensada para durar décadas. Hoy cuentan con marcas propias, como Fibra y Sanitex, que abastecen a clubes, universidades e instituciones de salud.

Inclusión, cuidado y compromiso comunitario

Textiles Pigüé no se limita solo a producir telas. Su modelo cooperativo está atravesado por distintos valores como la solidaridad y la inclusión social. Crearon espacios de cuidado infantil dentro de la fábrica, impulsaron convenios con escuelas especiales, cárceles y programas como Envión, y desarrollaron un plan de vivienda para sus asociados.

Además, participan del programa Cooperativas en Marcha, accediendo a incentivos como el Sello de Calidad Cooperativa y proyectos asociativos con otras cooperativas. En un contexto económico adverso, han sostenido todos sus puestos de trabajo, priorizando el bienestar de las personas por encima de las lógicas del mercado.

Es una prueba de que otro tipo de economía es posible, una que pone a las personas en el centro y que se construye desde el esfuerzo colectivo y el respeto por quienes la sostienen cada día.