La implantación del voto opcional para chicos de 16 y 17 años dispara distintas opiniones acerca de su conveniencia. A través de una encuesta, se aprecian diversas conclusiones con respecto a su pensamiento sobre la política.
Mucho se ha hablado en este tiempo – sobre todo cuando se aproximan las elecciones en nuestro país- acerca de la ley decretada en 2012 y puesta en práctica en 2013, que les permite votar a los jóvenes a partir de los 16 años, aunque sin ningún tipo de obligación.
“Quizás alguien de 40 por su experiencia es más pesimista, o está más desencantado.”, “son chicos para votar, no entienden nada”, “son fácilmente manipulables”, “apenas saben decidir por si mismos y pretenden decidir por un país”, “maduros para votar e inimputables para delinquir”, “es un oportunismo del kirchnerismo” y hasta la frase ya estipulada y pícaramente usada “hecha la ley, hecha la trampa”, fueron algunas de las visiones negativas que se hicieron públicas en su momento cuando se empezó a sondear con la oportunidad de lo que luego se hizo realidad.
Las citas son de personas mayores que dieron su parecer. La medida no fue sometida a ningún tipo de intervención ciudadana o masiva, por ende, no tenían otra alternativa que quejarse a través de la web.
Mientras tanto, hay quienes creen que no es tan malo como se dice. “Los 16 de hoy son distintos de los 16 de hace quince o veinte años”, “los jóvenes de 16 y 17 años gozarán a partir de ahora de todos los derechos políticos de los ciudadanos”, “hay gente de 40 que nos gobierna y tampoco lo hace de manera conciente”, “lo positivo de esto es que votará quien pretenda hacerlo, no se obliga a nadie. Por lo tanto, lo lógico sería que quien lo haga, lo haga con responsabilidad” se escuchó de la otra campana, la de la gente con postura favorable.
Por tal motivo, decidimos entrevistar a chicos de la edad involucrada al cambio, para saber qué es lo que opinan y cuál fue su participación en las elecciones que pasaron y que vendrán. Los prospectos han sido variados, pero encierran a un montón de jóvenes que piensan de la misma manera.
En conclusión, hemos podido considerar que hay 3 grandes grupos: quienes votaron conciente, los que eligieron por alguna acción ajena a lo estrictamente político, y los que no votaron. Estos últimos, por lo general, argumentan que no les interesa, que no quieren perder tiempo, o consideran que ya llegará el debido momento para empaparse un poco del tema en cuestión y hacer uso de su derecho con responsabilidad.
En el caso de los que votaron sabiendo lo que hacían, creen que a esa edad ya se puede tener dimensión de ese tipo de cosas, y que a la hora de un cambio, las voces jóvenes, que serán las experimentadas en un futuro – quienes pregonan por un mejor porvenir- , son las que realmente valen. Lo único que puede variar, es la forma en la que comenzaron a naufragar por el mundo de la política: por genes, por interés a partir del colegio, de algún amigo, de prender la televisión y engancharse, etcétera.
Como decíamos, también existe una tercera esfera, vinculada a aquellos que votaron por algún motivo ajeno. Ya sea por bienes materiales que pudo conseguir en determinado mandato, o porque el presente de su familia en líneas generales ha mejorado, por ende deciden administrarle un “poroto” más y revalidarle la confianza al oficialismo.
En definitiva, las posturas son variadas y suenan razonables desde los dos polos. La libertad de expresión, otro derecho ciudadano que hemos adquirido como argentinos, nos permite dar a conocer lo que pensamos, y a partir de lo que se escucha, poder formar nuestra propia idea con convicción.
Por Juan Ignacio Zelaya y Julian Rodera